Es bien sabido lo difícil que puede resultar modificar algunas creencias que parecen “instaladas” en la mente humana. Inmunes a los hechos, la evidencia o las leyes de la probabilidad.
Y aunque aquí entra en juego la flexibilidad de cada mente, todos en mayor o menor medida podemos tener esta resistencia.
Y esto, ¿por qué ocurre? ¿por qué cuesta tanto cambiar de opinión?
Hoy te desvelo 4 aspectos clave de esta dificultad. Empezamos:
1. Porque genera en la persona un caos informacional
Supone remover información de nuestra base de datos particular y revisar esquemas existentes para adaptarse a la nueva realidad (lo que viene siendo, un esfuerzo mental extra).
Con estos esquemas “revueltos”, la persona tiene que dar sentido a la nueva información, evaluándola y adaptando algunos patrones de pensamiento para integrar las nuevas ideas. Este caos informacional requiere energía para analizar, integrar y recolocar.
2. Porque hemos de revisar estereotipos y enfrentarnos a nuestros prejuicios
Y esto, normalmente, genera miedo e inseguridad. ¿Cómo vamos a cuestionarnos a nosotros mismos?
Ante esta situación, tenemos dos opciones:
- Saltarnos este paso y seguir filtrando la realidad a través de nuestros prejuicios o esquemas inamovibles.
- Revisar de vez en cuando los estereotipos que tenemos almacenados y ser conscientes de los prejuicios de los que partimos a la hora de interpretar la realidad.
La primera opción es la más sencilla y automática. La segunda necesita intención y valentía.
Ojo: esto no significa dudar y cuestionarnos de manera continua y compulsiva; se trata más bien de actualizarse desde la inspiración y la motivación (saludable) de adaptarnos a este mundo cambiante.
3. Porque este proceso de actualización genera estrés e incertidumbre, e incluso puede ir de la mano de una crisis vital.
A nuestro cerebro le gusta homeostasis.
A todo nuestro organismo le gusta la homeostasis (la búsqueda del equilibrio), cerebro incluido.
La estabilidad que proporciona una idea mantenida nos aleja intelectualmente de la incertidumbre. Y digo intelectualmente, porque la incertidumbre es algo que convive con nosotros, la queramos ver o no.
4. Porque existe la falsa creencia de que cambiar de opinión nos hace perder fuerza
Esta idea, unida a la mala fama que tiene el cambiar de opinión, exige a las mentes rígidas que se apeguen a sus creencias y la defiendan a capa y espada. Aferrarse o morir (metafóricamente hablando).
Además, no hay placer mayor para una mente rígida que tener la razón absoluta. Para este tipo de pensadores la razón es sinónimo de autoridad, respeto y valía.
Admitámoslo: tener razón es más importante que acercarse a la verdad (nótese ironía).
Pero, buenas noticias: tenemos derecho a cambiar de opinión. Y además, es algo adaptativo.
Porque una opinión estática de un mundo dinámico no tiene mucho sentido.
¿Cómo actúa una mente flexible en estos casos?
- Se esfuerza en actualizar sus esquemas utilizando la curiosidad y observación.
- Es consciente de la naturaleza cambiante del mundo (y por tanto, de las ideas).
- Prioriza el aprendizaje y la apertura a otras perspectivas, prefiriendo llegar a la verdad a tener razón.
- No subestima otros argumentos porque sean de otros, o contradigan sus creencias.
- Acepta y disfruta del poder del “no lo sé”: más descubrimiento y menos presión por no saberlo todo.
Gracias a la plasticidad de nuestro (maravilloso) cerebro, flexibilizar nuestra forma de pensar es posible. Para ello, se requiere intención, práctica y constancia. Si esta rigidez mental es fuente de malestar emocional, lo más recomendable es buscar ayuda psicológica.
¡Espero que te haya sido útil/interesante/curioso (o todo a la vez)!
Laura.
Referencias:
- Riso, W. (2021). El arte de ser flexible. Zenith.
Genial! Muy bien expresado y claro, ahora a ponerlo en práctica. Gracias
¡Gracias a ti por leerlo y comentar! Espero que te sea útil 🙂
Me ha encantado la reflexión. Llevas razón! Ha practicar